Alfredo Hernando: “Las escuelas del siglo XXI son comunidades de aprendizaje personalizado que buscan el éxito para todos sus alumnos sin distinción”

09 de Junio 2013

Alfredo Hernando: “Las escuelas del siglo XXI son comunidades de aprendizaje personalizado que buscan el éxito para todos sus alumnos sin distinción”

Entrevistas

El psicólogo, investigador y educador Alfredo Hernando viajó durante un año por Sudamérica, Europa, Asia, Estados Unidos y Australia con el proyecto Escuela21 en busca de los colegios más innovadores del mundo. Recogió su experiencia en el libro Viaje a la escuela del siglo XXI, publicado mediante financiación colectiva y ahora reeditado por la Fundación Telefónica. La publicación, que está disponible en formato electrónico de forma gratuita, ha sumado más de 110.000 descargas en menos de un mes, lo que demuestra el interés de la sociedad actual por el momento de cambio y desarrollo que está viviendo la educación. El autor nos cuenta qué ha extraído de la experiencia, cómo son las escuelas innovadoras, qué rasgos comparten y cómo debe ser la educación del futuro.

¿Cómo surgió el proyecto Escuela21?

Alfredo Hernando: Nació hace ya tres años, como una mezcla entre lo profesional y lo vital. Siempre me ha gustado la educación, era un mundo que me interesaba desde que estudié Psicología. Llegó un momento en el que estaba trabajando con varios colegios en España y buscando centros que hicieran cosas diferentes, que nos pudieran servir como referencia, y pensé en ir a conocer algunos de ellos. La lista de posibles visitas fue creciendo y decidí plantear un proyecto con una campaña de crowdfounding para publicar un libro. Con 140 mecenas conseguí llevarlo adelante. Después empecé a trabajar con el equipo de innovación de Fundación Telefónica. Ellos se han implicado, han hecho una nueva edición y se han convertido en altavoz del proyecto.

¿Cuál era el objetivo de este viaje por la educación?

El objetivo iba más allá de recopilar información de primera mano. El libro habla de 50 colegios innovadores y esa es, por decirlo de alguna forma, “la tapadera” del proyecto. Los elegí porque son colegios pioneros en lo que han hecho, tienen mucho éxito, lo tienen documentado y, sobre todo, es un éxito replicable. Si se analizan los 50 centros, se ve que todos son muy distintos, pero también que tienen muchas características en común. Estas características dibujan una nueva forma de hacer escuela y ese era el objetivo del viaje y del libro: encontrarlas, descubrir lo que podemos replicar para iniciar nuestro propio proceso de mejora, para mantener la personalidad de cada colegio al tiempo que pasa por un ciclo evolutivo y de crecimiento.

¿Cuáles son estas características? ¿Qué tienen en común las escuelas innovadoras?

Estas cincuenta escuelas descubren un mismo modelo de hacer escuela. Es un modelo basado en una riqueza metodológica y de herramientas para el profesor, tanto para enseñar como para evaluar, en el que se llega a acuerdos de evaluación y compromisos con los alumnos, donde crece la autonomía y la participación del alumno y se permite la movilidad en los espacios, porque se entiende que no hay que estar sentado constantemente escuchando, sino que el aula vale para muchas cosas.

Un modelo con proyectos conectados con la realidad y una organización más modular de las asignaturas, donde la familia entra directamente al aula, participa y entiende el proceso que se está desarrollando. Y un modelo que busca el éxito de todos sus alumnos.

Para mí, la conclusión que se extrae de todo esto es que las escuelas del siglo XXI, las que debemos conseguir en 2016, son comunidades de aprendizaje personalizado que buscan el éxito para todos sus alumnos sin distinción, entendiendo que lo pueden conseguir y que no puede existir un fracaso marginal.

¿Qué papel juegan los profesores en estas escuelas del siglo XXI?

El alma de todas estas escuelas es el claustro de profesores. No son los recursos, no son las paredes del aula, sino que el mayor recurso es un claustro que acepta el desafío de trabajar en equipo y hacer crecer la escuela. Y este claustro se enriquece no solo profesional, sino vitalmente, porque es la forma que han elegido sus miembros de contribuir a la sociedad: ser profesor y mejorar el mundo desde la mejora de su escuela. Cuando existe un equipo así, hay muchas otras cosas que son secundarias.

¿Cómo se lanza una escuela a innovar? ¿Cómo sucede?

Muchas de estas experiencias nacen de contextos de necesidad de todo tipo, ya sea en Dinamarca, en Uruguay o en Ghana. El caso es que hay un conflicto, una controversia o una incertidumbre en el entorno cercano o en el propio colegio que genera la chispa, y ahí se inicia el proceso. La incomodidad genera procesos de cambio.

¿En qué situación se encuentra la innovación educativa en España?

En España estamos en un momento muy importante. Hemos superado ya el debate alrededor del cambio en la educación; creo que todo el mundo tiene claro que hay que cambiar, que queremos una escuela mejor y que no puede seguir funcionando de la misma manera, no solo por los alumnos, sino también por el bienestar de los profesores. Ahora la pregunta es “¿cómo?”, es decir, por qué este modelo y no aquel. Están apareciendo muchas cosas interesantes y la palabra innovación ha conquistado el terreno educativo. Ahora hay que asociar esa innovación con resultados creativos, pero también con resultados.

¿Cómo son los centros innovadores españoles?

Hay muchísimas escuelas en España que están haciendo procesos de mejora impresionantes y que están sirviendo de ejemplo a la administración, que se está teniendo que poner las pilas y aprender de las auténticas autoridades educativas que están en las aulas: esos maestros que hacen prácticas de éxito. Si miramos los centros que reconoce Ashoka dentro de sus Escuelas Changemaker o los galardonados por la Fundación Telefónica dentro del Premio Escuelas para la Sociedad Digital nos damos cuenta de que está pasando algo muy interesante. Entre los doce finalistas de estos premios, por ejemplo, nueve son escuelas públicas de Primaria y Secundaria, y de cualquier lugar, incluido un pequeño pueblo de Galicia. Lo esencial es que son claustros que se atreven a experimentar con rigor, observan, analizan, se basan en las mejores prácticas, se ponen en contacto con otros docentes… Y, sobre todo, son docentes que crecen personalmente con este desarrollo profesional: quieren hacer más, se sienten mejor con su trabajo y esto les reporta una satisfacción. Si no este tipo de cosas, con las condiciones que tiene ahora mismo el sistema, nunca saldrían adelante.

¿Cómo debe empezar a innovar un centro? ¿Qué pasos debe dar?

El claustro puede comenzar por buscar sus fortalezas, porque las tiene, y crear ese sueño, ese desafío. Y, además, empezar por cuestiones concretas, que permitan celebraciones de los logros y éxitos intermedios, porque el éxito final no existe. Se trata de crecer como institución, igual que crecen las personas. En cuanto al docente, debe acercarse a otros profesores que están compartiendo estas prácticas, ya sea dentro o fuera de su claustro, sin tratar de convencer a nadie, sino empezando con la acción, que en sí misma será la que genere la convicción. Por eso el libro está centrado en lo práctico, propone 80 acciones concretas de innovación y explica qué se está haciendo en otros centros y lugares, para compartir, para mover a la acción y para dar pautas muy concretas que te permitan generar tu propio proceso de cambio en tu colegio.

Más información:

• Viaje a la escuela del siglo XXI 

• Escuela 21