Alfabetización crítica: una aproximación

07 de Junio 2017

Alfabetización crítica: una aproximación

Experiencias educativas

Del mismo modo que para la mayoría de la población, la palabra alfabetización es sinónimo de aprender a leer y a escribir, el término menos conocido de alfabetización crítica lo es de aprender a leer y a escribir mientras uno se pregunta por qué aprende a leer lo que lee, y por qué aprende a escribir lo que escribe. Para los estudiantes, alfabetizarse críticamente no sólo implica aprender lectura y escritura sino también tomar conciencia del mundo que les rodea a partir de ese proceso de aprendizaje como sujetos activos y críticos con sus vidas y con cómo estas se representan a partir de la palabra.

Pero antes de profundizar en este concepto, en sus metodologías y en sus posibles aplicaciones en el aula de hoy, investiguemos un poco sobre su significado e historia.

 

Una alfabetización para la vida

Existen muchas formas de entender la alfabetización como práctica pedagógica. Puede ser vista como un instrumento para adquirir habilidades y técnicas funcionales en torno al lenguaje, o como un aprendizaje que permite articular áreas del conocimiento ajenas al uso del lenguaje en sí mismo. Pero existe una tercera acepción del término, que sobrepasa el que lo define como una decodificación del medio escrito, y que lo describe como una forma de relación entre el sujeto y su entorno. La alfabetización crítica se integraría en este último grupo, reforzando la autonomía del estudiante respecto al objeto de estudio, ya que su objetivo último no es únicamente la transmisión de conocimientos del maestro al cuerpo estudiantil sino sobretodo la puesta en duda de esa correa de transmisión. No busca la memorización de contenidos sino su comprensión y evaluación por parte de los estudiantes, que pasan de aprendices pasivos a participantes activos de su proceso formativo. Y esto es así porque uno de los mayores objetivos de la alfabetización crítica, tan importante como la enseñanza de la lectura y la escritura, es el de empoderar a sus alumnos para que cuestionen cualquier tipo de autoridad… incluyendo, por supuesto, la del propio maestro. Algo que guarda una estrecha relación con los orígenes históricos y geográficos de esta pedagogía.

 

Apuntes históricos sobre la alfabetización crítica

No en vano, las raíces de esta formación activa se encuentran en el Brasil poscolonial de la segunda mitad del siglo XX. Y, más concretamente, en la figura del pedagogo brasileño Paulo Reglus Neves Freire (1921-1997), más conocido como Paulo Freire. Impulsor de la alfabetización crítica, Freire inscribió su actividad docente en el panorama político, económico y social que se gestó a principios de la segunda mitad del siglo XX en muchos de los países de lo que acabaría por conocerse como Tercer Mundo. Un dato que no es gratuito, si tenemos en cuenta que esta denominación agrupaba a aquellos países en un proyecto político, económico y cultural común contra los efectos del colonialismo en África, Asia y Latinoamérica. No hay que olvidar que parte del poder del colonialismo se asentaba en la prohibición legal de la lectura y la escritura a los habitantes de los países colonizados, lo que les negaba a estos hombres y mujeres la posibilidad de pensar el mundo y a sí mismos si no era a través de la cultura que los dominaba, con los intereses y el sesgo ideológico que implicaba. Y en algunos lugares, como en el Brasil natal de Freire, el panorama era aún más desolador, ya que el elevado analfabetismo de la sociedad brasileña durante el periodo dictatorial que sufrió el país hasta 1946 tenía una contrapartida política, que se resumía en que sólo los ciudadanos que sabían leer y escribir tenían derecho a voto. En este contexto, Freire planteó una educación en la que la experiencia escolar dialogase necesariamente con la vida cotidiana, para así lograr una alfabetización no sólo lingüística sino también política. Una práctica educativa en la que la toma de autoconciencia política y humana de los aprendices, y el desarrollo de su identidad nacional y personal, eran causa y consecuencia del proceso educativo como sinónimo de libertad. No por casualidad, Freire se vio condenado al exilio cuando en 1964, y tras un golpe de estado militar, un nuevo régimen dictatorial brasileño señaló sus actividades pedagógicas como subversivas.

 

Una metodología libertaria

Vista así, la alfabetización defendida por Freire, y cuya práctica quedó recogida en escritos pedagógicos del calado de Pedagogía del oprimido, publicado en 1970 durante el exilio del pedagogo en Chile, o La educación como práctica de libertad, en 1971, implicaba el conocimiento político de la realidad de los estudiantes. Gracias al éxito de sus primeras iniciativas en 1963, dentro de la Campaña de Alfabetización Nacional de Brasil, Freire logró instaurar a nivel nacional los llamados Círculos de Cultura, en los que se discutían y organizaban los procesos de alfabetización crítica de los lugareños. Estos pasaron de ser llamados analfabetos a ser considerados “alfabetizandos”, mientras que los educadores pasaron a ser “animadores culturales”, ejerciendo de moderadores de una serie de debates en los que aprendían sobre la cotidianeidad de sus futuros alumnos. Un paso previo al proceso de alfabetización crítica que constaba de tres fases diferentes:

  • Búsqueda de palabra generadora. Los animadores elegían una palabra relacionada con la vida cotidiana de los alfabetizandos. Esta palabra era descompuesta en sus sílabas, que eran recombinadas por los alfabetizandos para formar nuevos grupos silábicos y, más tarde, nuevas palabras. La palabra inicial, o generadora, debía guardar alguna relación con la cotidianeidad de los alumnos para así descubrir que significado tenía para ellos, y poderlo debatir durante esta primera parte del proceso.
  • Codificación. O representación de la realidad de los alfabetizandos a través de la palabra “basura” como codificación de desechos, por ejemplo.
  • Descodificación. Análisis de la codificación del paso anterior, dando paso al análisis crítico de la realidad que representa a través de un debate gestionado por los animadores culturales. De esta forma, el alfabetizando completaba su aprendizaje de lectura y escritura, pero sobretodo aprendía a leer su realidad y a intervenir, si lo deseaba, en ella.

 

La alfabetización crítica, hoy

Pero ¿Es necesaria la alfabetización crítica en una sociedad como la nuestra, en la que una parte importante de la población no sólo sabe leer y escribir sino que tiene acceso a múltiples fuentes de información gracias a las TIC? ¿Es transferible a otros territorios la experiencia brasileña de alfabetización crítica, teniendo en cuenta las diferencias culturales e históricas que supondría? La respuesta en ambos casos, corroborada por el estudio de Freire y sus técnicas en escuelas de todo el mundo, es afirmativa. En tiempos tan profundamente mediatizados como los que vivimos, la alfabetización no termina en la comprensión superficial de un texto escrito o audiovisual, sino en su interpretación. Un nuevo paradigma que ha dado luz a nuevos tipos de alfabetización que, en un mundo global como el nuestro, hace transferible la alfabetización crítica surgida del Brasil poscolonial a otras geografías y momentos históricos. He aquí algunos ejemplos:

  • Alfabetización informacional: la avalancha informativa de la que disponemos en la actualidad, gracias al acceso a Internet, parece haber desplazado al maestro como fuente de saber en el aula. Pero la cantidad de datos y lecturas enfrentadas de un mismo suceso que pueden encontrarse en la red impone un nuevo tipo de enseñanza: la que prepara a sus alumnos para saber separar el grano de la paja y aprender a cotejar la información, conocer las fuentes de las que surge esta información y bajo que intereses se construye como discurso, etc…
  • Alfabetización múltiple: implica el aprendizaje de códigos sociales y de comportamiento, que permiten vivir en una sociedad u otra, según el grado de sentido crítico de los alfabetizados. El aprendizaje en TIC, para aquellos que no somos nativos digitales, sería un ejemplo de este tipo de alfabetización que mal aplicada puede devenir una tecnocracia, pero que cuando se aplica sabiamente puede dar como resultado una sociedad más libre, dependiendo del sentido crítico de los que la habiten y de su curiosidad. Dos cualidades que pueden impulsarse desde las aulas.

Como puede comprobarse, la alfabetización crítica resulta prácticamente imprescindible para un buen desarrollo educativo de alumnos y, también, de maestros. Es una práctica que, a pesar de que sus orígenes históricos se remontan más de medio siglo, ha encontrado en la educación a través de las TIC un lugar desde el que seguir apostando por una pedagogía que empodere al alumnado, y permita al maestro seguir aprendiendo en un mundo en cambio perpetuo.

¿Te ha parecido un artículo interesante? ¿Cómo crees que puedes aplicar la alfabetización crítica en tu día a día, como maestro? 

 

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